Hace muchísimo frío y llueve poco, como siempre. Hace muchísimo calor y a veces hay viento, como siempre. Como siempre, así está España, que tiene la suerte de no cambiar, la desgracia de mantenerse en sus trece, o en sus treinta y siete. Treinta y siete años de sepultura sin nombre, de disparos silenciosos, de miradas que gritan, de almas que vagan, solitarias y acompañadas, pero sin nombre, sin sepultura.
Y como siempre, creeremos que 2009 gritará y se irá lejos, y saldrá de las cunetas, y verá repúblicas monárquicas, monarquías republicanas. Que este año sí que sí, cerraremos la herida y cicatrizará, haremos memoria, haremos historia. Se acabarán los puentes de plata a los enemigos, la inmigración no será desintegración, las mujeres serán por fin libres e iguales, acabaremos con ETA. Lo creemos, con los ojos cerrados, con los ojos abiertos, y sin ver.
Pero 2008 eligió olvido para volver a empezar, se acercó y alejó de la herida, tiró de ella y cicatrizó, para volver a abrir y volver a cerrar, como siempre. Y 2008 vio traidores y tendió puentes de plata, vio culpables y les dio asilo. Vio inmigrantes y levantó un palmo más sus vallas, maltrató mujeres, detuvo a miembros de ETA y no acabó con ella. Como siempre.
Porque 2008 es un año más, es el año de siempre, el año que no avanza ni retrasa, que no abre la herida ni la cicatriza, que empieza y acaba en la Puerta del Sol, el año que ya no nos helará el corazón, que seguirá olvidando para volver a empezar, en sus trece, o en sus treinta y siete. Treinta y siete años para no empezar nada. Quizá treinta y ocho. El año que viene no, el año que viene cambiarán las cosas. Y no cambiará nada. Quizá treinta y ocho no, treinta y ocho seguro. Y treinta y nueve.
Y como siempre, creeremos que 2009 gritará y se irá lejos, y saldrá de las cunetas, y verá repúblicas monárquicas, monarquías republicanas. Que este año sí que sí, cerraremos la herida y cicatrizará, haremos memoria, haremos historia. Se acabarán los puentes de plata a los enemigos, la inmigración no será desintegración, las mujeres serán por fin libres e iguales, acabaremos con ETA. Lo creemos, con los ojos cerrados, con los ojos abiertos, y sin ver.
Pero 2008 eligió olvido para volver a empezar, se acercó y alejó de la herida, tiró de ella y cicatrizó, para volver a abrir y volver a cerrar, como siempre. Y 2008 vio traidores y tendió puentes de plata, vio culpables y les dio asilo. Vio inmigrantes y levantó un palmo más sus vallas, maltrató mujeres, detuvo a miembros de ETA y no acabó con ella. Como siempre.
Porque 2008 es un año más, es el año de siempre, el año que no avanza ni retrasa, que no abre la herida ni la cicatriza, que empieza y acaba en la Puerta del Sol, el año que ya no nos helará el corazón, que seguirá olvidando para volver a empezar, en sus trece, o en sus treinta y siete. Treinta y siete años para no empezar nada. Quizá treinta y ocho. El año que viene no, el año que viene cambiarán las cosas. Y no cambiará nada. Quizá treinta y ocho no, treinta y ocho seguro. Y treinta y nueve.
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