Mira que le tengo dicho que no. No. Buscar desesperadamente el mar entre cuatro paredes. No. La fresa en la sección Desinfectantes. No. Le he dicho un montón de veces que nada de girar el volante del coche en dirección a su casa, a su trabajo, al bar en el que todos los martes a las siete, él toma café. Descafeinado. De máquina. Con semidesnatada. Y tres cubitos de hielo. He escondido debajo de un montón de escombros de papel, pastillas, sábanas, cuadros y pósters todas las fotos. Y las encuentra, le da puetazos a mis oídos, no piensa quedarse ahí, quietecito, hasta que mis oídos no les digan a mis manos que tengo que pulsar el play. Escuchar esa estúpida canción. Ni siquiera me gusta demasiado, es para tontos enamorados. Y no. Sigue empeñándose en buscar el mar, en reventarme los oídos cuando ven las fotos, en que me exploten los ojos con la estupidísima canción. La absurda melancolía, la triste comodidad de estar triste. Como si en algún momento, el chico que toma café los martes a las siete fuera a parecerse en algo a Kurt Cobain.

Yo le digo que no, fuerza, no. Que no, que ni giro el volante, ni le doy al play, ni me apetece bañarme en el mar ahora, con el frío que hace. Ya no es temporada de fresas.

Pero debajo del colchón hay una canción que el viejo del acordeón toca en el metro, mientras tu estúpida foto magnetiza el puto volante hacia los martes. Descafeinados. Siete de la tarde en una máquina imperfecta. Semidesnatada. Y le da al play, y mastica fresas con hielo, y se le rompen los dientes porque está tan triste que ni Kurt Cobain se haría más daño.

Jodido corazón.

Comentarios

samsa ha dicho que…
me gusta mucho el texto, sobre todo lo de escombros de papel,
Entrespinos ha dicho que…
Cabrona!! Que fuerza tienen siempre todos tus textos!!! :D
Kermit ha dicho que…
Que se lo digan a Michael Jackson. Me ha gustado.