Se desangra. Esta vez ha ido demasiado lejos. Se está desangrando.
Abre la puerta de la cocina y los ve, otra vez, abrazados, besándose.
A esto os dedicáis, a esto mientras yo me la juego, mientras me arriesgo a que nos pillen, a que me pillen a mí. Esta vez me han dado, me han dado y no sé si voy a salir de esta, sin ir al hospital. Y vosotros os estáis besando, mierda, me van a pillar y os importa un carajo.
Se sienta en la silla de la esquina, deja la bolsa con el dinero encima de la mesa y se busca la herida. La aprieta y se dobla sobre sí misma, grita. Y es entonces cuando ellos se giran. Se desangra, esta vez ha ido demasiado lejos.
- ¿Qué coño has hecho Anita?
- Me han dado Gabriel, tengo una puta bala atravesándome la pierna, no me preguntes qué coño he hecho y pásame ese trapo, hay que parar esto como sea.

Laura la mira y se tapa la cara.
- Hay que ir a un hospital.
- Cállate la puta boca Blanca. ¿estudiaste enfermería no? pues hazme un puto torniquete, ahora.

Laura pone cara de terror, le arranca el trapo a Gabriel y como si tuviera prisa, temblando, se acerca a ella y le descubre la herida.
- Mierda Anita, mierda reina.
- Te dije que no lo hicieras, que no fueras allí, se te ha ido de las manos – Gabriel se quita la chaqueta y se acerca a Anita - ¿qué coño te pasa? Dijimos que lo dejábamos.
- Que lo dejábamos, qué bonito. ¿y de qué coño íbamos a vivir los tres? Estáis colocados, no dejáis de meteros mierda, algo tenía que hacer ¿no? la he vendido sí, toda vuestra puta coca la he vendido para salvarnos a los tres.
- Pero si dijimos que ayer era la última.
- ¿Y la ibais a tirar? ¿Y de qué coño íbamos a vivir ahora? Había que pasarla Gabriel, sino nos la íbamos a meter toda, lo he hecho por nosotros, por los tres – grita – me voy a morir por vuestra puta culpa.

Laura aprieta el nudo y la mira, a los ojos. Se acerca más y la besa. Ya sabe que Anita se va a morir. Pero lo va a hacer en sus brazos, y en sus besos, en los de Gabriel también.

Al principio parecía fácil. El día que Gabriel y Anita conocieron a Laura y se la llevaron a casa. Follar con una tía. Llevaba tal borrachera que ella se la ofreció. Toma, así se te baja, y podemos follar otra vez. Funcionaba, era el santo grial, podía beber hasta morirse y aquel polvo lo curaba todo. Gabriel también lo probó, no pasa nada, decía Laura siempre, yo me meto casi todos los días y mírame, ¿quién dice que me mata? No tienen ni puta idea, es censura social, esto nos hace libres. Y los besaba, a los dos, se besaba a sí misma.

- Laura, dame algo para el dolor.
- Después de toda la coca que te has metido, no hay nada que te vaya a quitar el dolor, sólo más coca.
- No, no, no quiero más, se acabó.

Laura se convirtió en vértice, ellos dos en triángulo. Poco a poco, ella fue dejando el pijama debajo de la almohada, el cepillo de dientes en el vaso de cristal del baño, y el sexo y la cocaína ocuparon sus horas, sus días. Gabriel perdió el trabajo, Anita lo dejó por envidia. Y cuando les sobraba cocaína, la vendían.

Lo cogió de la mano y lo sacó de la cocina.
- Si no la llevamos a un hospital, la va a palmar.
- No va a querer Laura, ya la conoces, no hay quien la saque de sus trece.- Anita los escuchó desde la cocina.
- ¿Me muero?

Era tan tan fácil. Se consumía tanto, y la consumía tanta gente. Y daba tanto dinero, por tan poco. Cada uno de ellos encontró su círculo, sus clientes. Los de Anita fueron los peores, a veces no pagaban, tenía que ir a buscarlos a las chabolas. Al principio Laura y Gabriel la acompañaban, y nunca pasaba nada. No pasaba nada nunca, así que empezaron a dejar que fuera sola, y mientras la esperaban en casa, besándose, follándose el uno al otro. Y cuando llegaba a casa con la bolsa llena de pasta, se unía a ellos.

- Anita, bésame.
- Bésame, Anita.
Gabriel se inclinó sobre ella, Laura le desabrochó la camisa. Anita devolvía los besos, les quitaba los pantalones. Se recorrían los cuerpos.
- ¿Es el último?

Pero Anita se dio cuenta de que aquello acabaría mal. Trató varias veces de sentarse a hablar con ellos, pero siempre acaban celebrando el trato con una raya, y al día siguiente se despertaban con las piernas enredadas, muy lejos de querer dejarlo. Aquella mañana se despertó antes que ellos, deshizo el enredo, se duchó y limpió la casa. Recogió cada mota de cocaína y la metió toda en una bolsa. Antes de bajar al coche, entró otra vez en la habitación, Laura ya se había despertado, buscaba a Gabriel, y mientras le besaba, la miró.
- ¿Qué haces ahí? Ven aquí y quítate la ropa, déjame darte los buenos días como te mereces, reina.
- Me tengo que ir, negocios.
- ¿Vas sola?
Fue sola, llevaba menos de la cantidad acordada, no pasaba nada, seguro que no tendrían pasta ni para la mitad. Pero no fue así, volvió con un par de moratones y un miedo multiplicado por mil.

- No es el último reina, es el primero de nuestra nueva vida.
- Se acabó, se acabó, buscaremos trabajo y seremos felices.
Laura le quitó la falda, le besó las piernas y se manchó de sangre. Gabriel la absorbía, no se sabía ya de quién era, quiénes eran ellos, si eran tres o sólo uno. A Anita le dolía la pierna, pero no paró de moverla, de agitarse, besar cada centímetro de Laura y Gabriel, de ser besada en cada centímetro.

Aquella vez sí hubo trato. Le acompañarían a llevar el último paquete al día siguiente, y se acabó. No más drogas. Gabriel buscaría trabajo, Laura estudiaría la última asignatura de Enfermería y Anita intentaría recuperar su puesto en la empresa. Y aquella noche iba a ser la última noche. Se darían el festín, una despedida a lo grande. Con lista de invitados, una fiesta de las que hacen historia. Pero Laura y Gabriel se pasaron, rozaron la sobredosis. Y Anita tuvo miedo, miedo de que fuera otro trato más, lejos de la vida real. Y volvió a despertarse antes, a deshacer el enredo. Se duchó, limpió la casa, recogió cada mota de cocaína y la metió en una bolsa. Antes de irse entró en la habitación. Laura ya estaba despierta.
- Anda, reina, ven aquí, vuelve a quitarte la ropa.
- No Laura, me voy a dar carpetazo al asunto.
- ¿Vas sola?
- Si no lo hago yo, nos vamos a la mierda los tres.

- Teníamos que haberte acompañado.

- Da igual, da igual, he ido sola y ya está.

- Perdóname reina.

- Te perdono, bésame, déjate de tonterías.

Era menos cantidad. Pero daba igual, ya les había avisado, traeré lo que pueda, y será la última. Era la despedida, no iban a ser violentos al final. Pero lo fueron, intentó escapar, pero antes de llegar a la puerta del coche, le dispararon en la pierna. Condujo como pudo hasta casa. Y al llegar, Laura y Gabriel se besaban.

Gabriel fue el primero en correrse, se quedó tumbado a un lado de Anita y la miraba. Laura le siguió, y los dos se dieron a Anita. Recorrieron cada centímetro, cada uno de ellos hasta que Anita explotó, gritó con la cabeza de Gabriel entre las piernas y los labios de laura dentro de los suyos. Los abrazó, le dolía como nunca le había dolido nada, y ya casi no podía respirar, el dolor había vuelto, después del sexo, y ya no había escapatoria.
- Es el último – dijo entrecortada.
Ellos la abrazaron, mientras dejaba de respirar. Siguieron besándola hasta que su lengua dejó de moverse, hasta que todo su cuerpo dejó de tiritar y murió. Entonces se miraron, fueron hasta la habitación y sacaron el kilo de coca que Anita nunca encontraría, detrás de la cama. Ése sí era el trato.
- ¿Hasta la última?
- Hasta la última, rey.

Comentarios

Kermit ha dicho que…
Muy bueno. Como sugerencia, empiezas en presente, luego pasas al pasado, y terminas la historia en pasado, cuando yo entiendo que vuelves al presente y, por tanto, quizá deberías utilizar el tiempo inicial.
Besos, y gracias por pasarte por mi blog.