Maldito Noviembre

Lo odio. A él y a todo lo que pasa por él. Es frío y lluvioso. Pero no es ni el frío de castañas, ni la lluvia bohemia. Es el frío duro, seco, madrileño. El que se cuela cada vez que el tren abre sus puertas para recordarte que aún te quedan más paradas de ida, y otras muchas más de vuelta. Es la lluvia que no quieres que te moje, el día que no llevas botas y se te ha roto el paraguas. Noviembre no tiene nada de trascendental. Es el mes encerrado en una cúpula sin cristales, que fue construyendo para no escapar.

Y yo también paso por noviembre. Y tú. Y no me queda más remedio que odiarnos, a nosotros, y al metro, y a las calles, y al desayuno, y a las siestas, y a los vestidos alegres que escojo para huir de él cada noche de noviembre. Y a las películas con las que intento salir de aquí, llegar lejos, más todavía, sabiendo que en casi todo el mundo, también es noviembre.

Si pudiera lo mataría. Lo agarraría de sus ramas desnudas y lo haría trocitos. Ni siquiera me gusta el sonido de sus ramas al partirse. Pero lo quemaría, dejaría que ardiera hasta que octubre se funda con diciembre y no exista más. Porque noviembre es el mes para partirse el corazón, para pararse y ver que un año más ha pasado y no todo sigue igual, es peor. Es un mes afilado, cortante hasta la depresión. Es oscuro, oscuro y malo. Noviembre nunca fue feliz y así intentó que ninguno lo fuéramos.

Muérete noviembre. Yo sucumbo a tu infelicidad, me dejo arrastrar por tus vientos hasta la habitación sin balcones. Elijo la luz artificial para marchitarme, el jarrón del agua con cenizas para no crecer, el colchón de hojas húmedas para que me rodeen y hundirme en ti. Pero contigo dentro. Tú nunca serás feliz noviembre, y yo sobreviviré a ti. Te tendré miedo, todos y cada uno de los años en que te sobreviviva, te temeré. Porque no hay nada peor que noviembre, peor que tú.

Y no podré matarte. Porque eres peor que inmortal. Me entregaré a tu sufrimiento y aún así, no serás feliz. Porque no hay nada peor que darte lo que quieres. Hasta que sea demasiado tarde para darte cuenta de que aún te quedan once meses mirándome para intentar amargarme. Y yo voy a deprimirme contigo hasta que no sepas quién es noviembre. Hasta que olvides que un día fuiste un nombre precioso, para el peor mes de todos.


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