Las observaba desde hace algunos días. De aquí para allá, pequeñas, insignificantes, incluso simpáticas, las hormiguitas recorrían la blanca mesa. No me molestaban, a veces apartaba alguna, pero nada de asesinatos, y menos en presencia de más de su especie. Pero empezaron a ser cada vez más. Buscaba el motivo, el envoltorio de un caramelo, un trocito de galleta o algo por el estilo. Pero ni rastro. Esta mañana he visto un río de hormigas subir y bajar, excitadísimas, al bote donde guardo los bolígrafos. Y entonces la he visto, la piruleta que me regalaste y que había dejado ahí, esperando el momento en el que me apeteciera. Ahora, que ya hace mucho que te marchaste. Y me ha apetecido comérmela, pero ya no era un corazón. O quizá sí, atacado por todas partes, un corazón en ruinas como el que dejaste.

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