El día en que

Habrá un momento en que despiertes aquí, a este lado del colchón, y el colchón será lo que es, un amasijo de texturas en el que descansar lo justo. Un día en que pondrás los pies en el suelo, el suelo estará frío y te quemará por dentro. Te escucharé quejarte de la presión de la ducha, de la toalla que perdió su tacto de algodón de azúcar hace siglos y volveré a saber que estás hasta los mismísimos de la maldita fuga que encharca el baño.

Pero aún vendrán días peores. Tirarás la vieja cafetera y en sueños comprarás una Nespresso, que colocarás en la encimera de una moderna cocina de mármol, muy lejos de aquí. Bajarás en el ascensor directo al garaje donde te espera el coche que compramos para que dejaras de quejarte del tiempo que cada día pasas bajo tierra hasta llegar al trabajo. Habrá un día en que ya no te bese al salir de casa. O incluso peor, que te bese como lo hace esa gente que sólo pone la cara porque prefiere besar al aire o que piensa que sus gestos son demasiado caros como para regalarlos.

Pensaba en que ese día recuerdes que al principio volvías a meter los pies en la cama. Que buscabas el punto de fuga en la ducha y que el rendimiento que le sacabas a los cinco minutos que tarda esta maldita cafetera en darnos de desayunar no se lo imagina ni el FMI en sus mejores sueños.

Que te acordaras de hoy.

Esos días vendrán a oxidarnos. Así que piénsalos ahora. Declárame la guerra mientras el baño se inunda. Desátame los nervios con tus pies helados. Sal con esa cara de dormido a poner la cafetera y vuelve. Vamos juntos hasta la boca de metro. Yo te juro que ahora mismo revendo el coche.

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