De lo que sea

Todo ha de suceder antes de que vuelva el miedo a matarme de pura sobredosis, como siempre. Aprovechar la luz del Sol para ser el jarrón que explota contra la pared.

Con tus rosas, sí. No las quiero. De hecho, creo que nunca las he querido. Ni siquiera me gustan. Ni siquiera creo que sepas que las rosas son las flores más feas de mi universo. Y que no son lo único que no quiero, a ti tampoco. No. Quiero follarme a mucha gente a la vez, correrme con mujeres, chupársela a cualquiera que esté dispuesto a escupirme en la cara, simular que me ahoga, llamarme zorra y levantarle un monumento a mi falta de escrúpulos; a la seguridad para emprender el vuelo hacia el siguiente estigma con el que arrastro todavía tu polen y el de miles de criaturitas más.

Coger ese armario, entero, repleto de esa ropa que va del gris al marengo y otra vez y otra vez y otra vez y tirarlo por la puta ventana. Joder. Fumármelo y bebérmelo todo, quiero convertirme en una fuente de ginebra que se pausa sólo para expirar humo. Qué coño, tragar e inhalar a la vez.

¿Un reloj? No sé qué es eso. Se me sale la sangre por la garganta y no me duele, al revés, mataría por no parar nunca de vomitarla. Y gritar y saltar y gritar y saltar, ¡que estoy viva y puedo ir adonde quiera! Voy a correr en cualquier dirección, ¿dónde quieres ir? Marte es sólo un adverbio de lugar. Que me falte el aire, que se consuma todo el oxígeno de mi sistema respiratorio, que se estiren todos los músculos. Que muera. Que muera ahora mismo, de cualquier cosa, de lo que sea. De pura vida, de inconsciencia, morirme de amor, de lo que sea, de amor del romántico, del que desgarra, del que no es amor.

De cualquier cosa, morirme, morirme. De cualquiera menos de miedo. De cualquiera antes de que vuelvas con rosas a encerrarme en el redil de los cuerdos de atar. De lo que sea. 

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