A corazón abierto

Me condeno a corazón abierto a no decirte nunca que dejo de respirar para escucharte. Que aquí, entre mi ombligo y la garganta, pasan las revoluciones de Robespierre a Ibárruri sin que me dé tiempo a parpadear. Que me quedo en el rincón de esta sala vacía de oxígeno recorriendo tu mentón, uniendo tus cejas, metiéndote la lengua por las orejas. Que me muerdo todas las canciones con las que daría de comer a los pájaros de tu cabeza.

Me ato a la silla las piernas para no saltar sobre tus planes y desbaratar los míos. Y me hago sangre. Y me la bebo para que no la veas. Como me trago el reloj de una bomba que por mis vivos juro que no va a estallar. Como los besos que digiero, los dedos que no te meto y el corazón que aireo de a poco para que no huela a cerrado.

Cuánto tiempo deseando suspirar para dejar de escucharte y que la guillotina acabe con todos los silencios. También con los que no muerden.

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